Yermos de nadie
y derroches de miel,
que en murra de gritos
expande el silencio,
procura la terneza
ya sin impaciencia.
El páramo se ha regado
y las orquídeas dispersas están.
Recoge tus pétalos
y tus vestidos engalana,
que pronto llega la noche
y tu piel ya sin el roce,
flagela el latir del corazón.
Junta tus perfumes
y persiste ante las cumbres
que el frío es tormento
y las noches tierno lamento.
Espera el nuevo día
con el temple de tus luces,
que al final de tu agonía,
llegará la lluvia dulce.
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