Y
me preguntas una vez más, mirando mis ojos, mis yagas; inyectándome
dosis letales de locura, abrazando mi debilidad como seda raída en la
pendiente de mi risco de ausencias. Y me preguntas una vez más, mientras
braceas tranquilamente en mis fluidos salinos que se evaporan para
calmar mis temores y llenarse continuamente con el aguacero de tu
incertidumbre casi infinita. Y sigues preguntado, no te es basto mi
dominio en el que destronado por tu aflicción estoy; mis bastas
praderas, mis bosques de delirios, que irradian con tu presencia y crece
a tu porción de magnanimidad.
Y ahora me pregunto yo, como si fuese
necesario preguntarme también y necesario preguntarte a ti:
¿Por qué fue necesario asesinar nuestra aleación, que es inmortal, que se cobija con nuestra amnesia?
Respiro el frio de la lluvia que asecha mi cuestión, mientras mi mirada
ve profundamente los residuos del cielo. Con escasa valentía levanto mi
taza de café y cierro mis ojos deseando que esto, en verdad, nunca termine.
Emman.