Camine, señor, camine,
que el tiempo no le apremia el rojizo de sus ojos
y mejillas de cristal.
Que la noche no le endulzara el agrio pesar
de sus pies y manos.
Camine, camine rápido señor,
por que puede que no alcance a derretir
esta vez su corazón.
Emman.
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