domingo, 8 de diciembre de 2013

Fanales ingenuos

Realmente no sabía lo que hacia, creí que era la manera más fácil de obtener dinero para el aborto. Mi novio me ha dejado y no tenía otra solución, no había nada más. Pensé al ver el anuncio en el periódico: “se busca mujer joven para modelar  lencería, gran salario y trato justo”. De inmediato llamé y obtuve el trabajo, al día siguiente me citaron en sus oficinas, una zona bastante lujosa, por un instante soñé en modelar en Francia, Italia, Alemania. Mientras hablaba con la recepcionista que me invitaba a subir al tercer piso.
En el elevador, a un costado se encontraba un sujeto bien vestido,  con voz agitada, jadeante, me comenzó hablar y al instante sus manos cubrieron mi rostro mientras escuchaba vagamente un “hola, buenas tardes”…
—Mira, esta despertándose.
—Ya era hora, quizá la excitación le ha despertado.
—¡Idiota!, es por que la estas ahogando.
—Jajajajajaja, lo siento, es que su expresión es genial.
No podía creerlo, no quería, mi llanto no paraba, el hecho de ni siquiera poder gritar me perturbaba a tal grado que colapsaba mi mente, una y otra vez. Mientras me sujetaban una docena de hombres como si fuese un trapo, mi cuerpo era desgarrado con tal frialdad que sólo podía sentir una agonía tétrica, mis deseos de morir en ese instante se hicieron presentes en convulsiones. Siendo atropellada por tantos hombres, perforando cada parte de mi cuerpo sin un poco de tacto, mi cuerpo sólo era un trozo de carne para ellos durante no sé cuanto. Ahogandome, llenandome y vaciandome de fluidos comence a perder toda esperanza y toda resignación se alejaba mientras más hombres llegaban. Mi cabeza no deseaba saber más, mi vista se nublaba mientras mis ojos, por inercia propia, comenzaron a desorbitarse.
Hoy sólo parece un mal recuerdo, una pesadilla. Sigo en el negocio, todos me tratan muy bien. Soy muy feliz por que ellos, a pesar de todo, no me han abandonado.
—Oye, ahora por favor, dame un hijo.
—No, yo te daré todo mi amor hasta que tengas un hijo mío.
—¡Cállense todos!, ahora es mi turno.
—¡Paren ustedes! ella me lo prometio a mi ayer.

  Tranquilos, no se preocupen, les daré un hijo a todos…



Emman.

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