Tras varios días entre diluvios y
cabizbajos, logro regresar de mi viaje recurrente. El olor a tabaco que rodea
mi sala es acogedor, las sillas vacías me llenan de una libertad única; por fin
estoy en mi playa.
La contestadora con sólo un mensaje, es ella otra vez. Es extraño poder
visualizar su silueta en la sala, la cocina, la mesa, mi cama... mostrándome el
único afecto que conoce entre posiciones sugestivas y libidinosas, sonrisas que
se esfuman como si fuese ese humo que ya no se ve, que sólo está en mi cabeza,
dentro de mi.
Han pasado infinidades de historias en los últimos días, el coito ocular
en el pecero y las miradas compasivas son frecuentes. Familias esclavizadas por
culpa de ellos mismo, parejas que su única unión es la restricción y enojos, en
fin. Ahora, en este momento quiero estar con ella, me pregunto si aún está
molesta por mi recurrente y continua indiferencia a su existencia, al menos no
parece estar molesta en el mensaje de la contestadora... qué más da...
El plan era vernos hoy para platicar de nuestros problemas
y contarnos lo que ha pasado en estos últimos días. Como si
intentara borrarse a sí misma con su lengua en mi boca, mi sudor y fluidos, como
si pudiera engullir sus memorias. Creo que estas libertades y otras le han
transformado en una persona volátil, pareciese un enorme globo hecho de piel y
sutilezas falsas. Con su propio termostato de frustraciones, haciéndole ir más
lejos, más alto, cada vez más distante de todo lo que le rodea.
No puedo negar que ella es un todo para las necesidades
de un hombre. Como la mayoría de las personas busca: decidida -fácil-, sincera
-sumisa- y con un gran sentido de frialdad -buen cuerpo-. Incluyendo el desprecio
repentino que ocasionalmente me hace notar y el cuál necesito.
Espero y no me suceda lo mismo que a su
novio, que se le podía mirar recostado en la estación de autobuses del
vecindario. Pobre tipo, beber y llorar por ella todos los días no lograra cambiar
su decisión, lo que ella dice es así y no hay más.
En fin, sólo me queda disfrutar
de las delicias que mi penumbrosa casa me brinda antes de que ella llegue.
Total, quizá nunca venga otra vez, creo que le molesto mi indiferencia, tal vez
nadie vuelva a entrar o salir de estas habitaciones.
Esta tan en lo alto y yo tan
lejos, tan tranquilo... esperando pacientemente su regreso.
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