Estas a tiempo de detenerme, la sangre que recorre por su cuerpo es de
su nariz. Termina con esto de una vez.
No supe que decir, mi cuerpo era controlado por el frio que invadía mi
mente y recorría mi cuerpo. Mi mandíbula y mi cien estaban completamente
endurecidas, la rabia y el terror me devoraban mientras el seguía:
No tendrás más tiempo, nuestras vidas dependen de ti, ¡rápido!, ¡qué
esperas!, sólo tienes que acercarte un poco más.
Si, así somos, seremos eternamente sólo tú y yo.
Por mis ojos pasaban gotas de sudor, por alguna razón no podía dejar de
mirar la mirada esperanzada de aquella mujer llorando y luchando por su vida,
me recordó la primera vez que recibí un disparo. Quería vivir, tenía que vivir,
por todas las personas cercanas que habían muerto yo tenía que vivir.
Impulse con fuerza una de mis piernas y me abalance contra el mientras
me defendía de una puñalada con mi brazo. De un sólo tajo, cercené su cuello de
la tráquea a la columna vertebral. Con la energía del temor que aún tenía, me
quite el cuchillo de mi antebrazo y corte las sogas que ataban a la mujer.
Desperté un martes siete de abril. Tres días después de lo sucedido, en
el hospital trate de borrar aquel momento. A él. A mis amigos muertos. A mi
esposa. A mi hijo. Una furia latente dentro de mi corazón lastimaba mis
recuerdos y mi mente hasta que recordé las últimas palabras de él antes de morir.
Cesé de llorar y con mi mente en blanco las comencé a repetir una y otra vez:
Si así somos...
seremos
eternamente...
... sólo tú y yo.
Emman
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